martes, 26 de julio de 2011

PROSOPOPEYA

¿Cómo se le llama cuando le atribuyes alma y personalidad a un objeto? ¿Prosopopeya? ¿Fetichismo? ¿Locura?

Me robaron a Septiembre en mi portal en mayo de 2007. Una bici plegable desportillada y pintarrajeada que me acompañó durante dos años en todos mis trayectos por las calles de Madrid. A los pocos días, una nueva bici, sin buscar mucho. Bici de “mi color”, compra directa.

Con estas ruedas tan grandes, sentí que volaba la primera vez que tuve que subir una cuesta, y por fin iba al ritmo de mis amig@s en la Bicicrítica. Hoy en día, Jacinta y yo somos tan compatibles y estamos tan acopladas (y mis piernas tan preparadas) que a más de uno hemos dejado con la lengua fuera subiendo la calle Atocha o la calle Segovia…

A Jacinta la bautizó nuestro amigo Emilio en una noche de terrazas y horchatas.

Le desprendí de sus pegatinas de fábrica y le pinté sus estrellas y su escueta inicial una tarde en un campo de cebollas. Después, cada una de sus heridas, golpetazos y caídas, fueron definiendo su personalidad de bella princesa estrellada y magullada (como mis espinillas, pedal viene, pedal va). Nunca una ciclista urbana tiene el cuerpo libre de moratones…

El casco forma parte de la decoración de mi hogar, pero las flores y la bocina que algún día fueron accesorios para una marcha ciclista, se han quedado ya para siempre y nos definen, a mí y a Jacinta. Mi familia, en serio, ¡no hay aventura sin Jacinta!

El lunes pasado en un picnic con dos amigas y Jacinta a cuestas, escaleras de Sabatini arriba (esto de subir escaleras a Jacinta todavía no se le da del todo bien), nos reíamos todas. Jacinta, tres años y cuatro mil kilómetros de alegría entre mis piernas. ¡Y con ella siempre llego a tiempo!

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