sin miedo a que el silencio traiga el miedo antiguo
sin miedo a decir de nuevo y otra vez:
esto soy soy, aquello era yo
sin miedo al tedio porque en mí no cabe esa palabra
sin miedo a volar ni a estrellarme
sin miedo a elegir bien y sin miedo a elegir mal
sin miedo a mis laberintos o a los de los otros
(porque los laberintos no son más que el dibujo de la inconsciencia)
sin miedo al frío porque sólo habrá calor
sin miedo a desconocerme y a desaprenderme
sin miedo a reconocerme y a reaprenderme
sin miedo a destruir para crear ni a crear destruyendo
sin miedo al viento, al ruido, al temblor
sin miedo a mí, a ti, a ellos, a nadie
sin miedo a unirme y formar parte
sin miedo a separarme y habitar mi hogar en mí
(me preparo mi habitación y enciendo el fuego tenue de mi verdad, que avivo soplando flojito entre los labios que esbozan mi sonrisa de hoy)
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